Siempre tuve la fantasía de saber como sería hacer el amor con un sacerdote.
A pocas cuadras de mi departamento había una parroquia a la que asistía cada domingo, para oír misa. El sacerdote, un hombre muy joven, había venido hacia poco tiempo a cubrir el lugar del anterior, pues este lo había tenido que dejar por su frágil estado de salud.
Una tarde, después de misa, me dirigí a la sacristía para hablar con él. No puedo explicar lo que experimenté cuando estuve frente a frente. Era tan joven y con unos ojos oscuros penetrantes, que eran una caricia para el alma. Imaginaba mil formas de tenerlo, pero debía ser muy cauta. Durante mucho tiempo, después de misa hablaba con él, se había creado una corriente de amistad y confianza muy grande.
Un domingo, como siempre lo hacíamos, nos pusimos a hablar .Yo estaba un tanto triste y llorosa, y él me preguntó que me pasaba. Mi sensibilidad era tan grande que rompí en llanto. Trató de consolarme, me abrazo, me hizo sentar en un sillón y se sentó a mi lado con la sana intención de saber que me sucedía. Estábamos los dos solos, pues la persona que lo asistía ya se había ido. Fue entonces, cuando no se como, ni de manera, comenzamos a besarnos.
Me tiro suavemente sobre ese sillón; desabrochó mi blusa y comenzó a besar mis relieves turgentes deseosos de sentir el calor de su boca. Le quité el cuello clerical y desabroché su camisa, quedando al descubierto su torso velludo y hermoso. Sentía su respiración agitada y los latidos de su corazón parecían un concierto de tambores. Comencé a lamerlo, sentía como su cuerpo se humedecía, mientras yo me iba encendiendo cada vez más. Con mis labios dibujé su torso hasta llegar al cinto, lo desabroché al igual que sus pantalones; se los quité suavemente y subí con la gracia de un felino hasta llegar al elástico de su slip. Lo tomé con los dientes y comencé a bajárselos suave y delicadamente, hasta quedar su masculinidad al descubierto, tan firme, potente e increíblemente grande.
Era un bello sable, que con su punta húmeda se hacía más deseable. Lo lamí con placer y dulzura, saboreando su savia. En un momento, retiró mi cara, me llevó hacia él y me beso profunda y apasionadamente .Yo sentía que me quitaba la respiración. Comenzó a recorrer todo mi cuerpo con sus manos y su boca, para detenerse en mi húmedo portal y se bebió todo el néctar que manaba de el; mientras su inquieta lengua hacía que se sucedieran mis explosiones. Después con la misma ternura, suavidad y dulzura entró en mi portal para hacerme vibrar como jamás nadie lo había logrado. Al mismo tiempo lamía mis hermosas montañas, para finalmente ser yo la que cabalgara en tan bello corcel, hasta sentirlo gritar en medio de un río de lava caliente, que quemaba mis entrañas haciéndome romper en llanto por el placer provocado.
Para aquellos que quieran conocer mejor a nuestra autora de hoy les dejo un enlace a su blog.
ResponderEliminarDª Stella Maris
Mucho éxito y un saludo muy cordial a todos.
Dulce y juguetón, sensual y exitante.
ResponderEliminarUn abrazo y felicitaciones!
Andri
Amén hermana!!!!
ResponderEliminarCon un predicador así, hasta yo me dejo evangelizar, que ya podía la iglesia renovarse un poquito y aplicar este tipo de técnicas para atraer parroquianos, seguro que más de una infiel abrazábamos la fe, o por lo menos al cura.
Felicidades a la autora y saludos para todos.
¡Ay Señor! con la iglesia hemos topado Don. jajaja.
ResponderEliminarAunque por una experiencia así estoy dispuesta a que me lleven a la hoguera.
Me ha sorprendido la imaginación de Dª Estella, nunca se me hubiera ocurrido pensar en sexo con un cura. Será que no voy a la iglesia y no me he encontrado hasta ahora con un cura buenorro.
Mucho éxito y besos humedos para tod@s.
Solo en dos ocasiones (en esas obligaciones de la vida, funerales etc.) Me he topado con dos curas dignos de pecar en su cuerpo jajajajaja.
ResponderEliminarVIVA la santa madre iglesia jajajajaja.
Felicidades por tan sensual relato, saludos.
Por fin alguien me saca de mi error. Siempre creí que la tonsura tenía que ver con la decapitación de la cabeza, del nabo, digo. Está bien que usted me haya permitido ver que los curas la conservan! Y que saben usarla!
ResponderEliminarAtrevida!!
Los curas creo que tienen todo igualito que el resto de los mortales, jaja.. buen relato, aunque la verdad es que a mi nunca me han puesto !
ResponderEliminarç
Suerte !
A mi no me gustan los curas y los de sotana hasta abajo menos aunque esconden igual que otro hombre y con todas las cosas en su sitio.
ResponderEliminarMi felicitación y besos
Que curioso me resulto leer este relato, es tan parecido a uno que escribi hace tiempo y publiqueen otro blog el mio es en otro contexto, pero curiosamente los mismos motivos del relato, os dejo el acceso, pero me gusto el tuyo, ste es el acceso
ResponderEliminarSe llama Amor imposible
http://mosita.metroblog.com/page/4
saludos