Tengo las manos sudorosas, el corazón brincando como un loco y las piernas me tiemblan como un flan de siete pisos. ¿Me fallarán las rodillas? Seguro que me caigo… ¡Dios seré el hazmerreír de la pasarela! Son las cinco de la tarde. Aguardo entre bambalinas mordiéndome las uñas. Los primeros compases de Carmen anuncian el comienzo del desfile. Por un segundo, titubeo… el recuerdo del fiasco en el último pase sobrevuela sobre mí. Pero me sobrepongo rápidamente ¡No! esta vez no va a pasar... ¡Voy a triunfar!
Había memorizado correctamente cada ademán. Los primeros pasos, cegada por la luz de los flashes, siempre son los más difíciles. Al recuperar la visión, en el gran espejo que ocupa el fondo de la sala, una muchacha morena y decidida, de grandes ojos verdes y piel blanquísima, camina sobre la pasarela luciendo un atrevido triquini satinado de color cereza. Avanza con paso seguro sobre unas sandalias increíblemente altas, contoneando su figura al son de la música. Me gusto. Mis pechos apenas ocultos por la prenda se exhiben erguidos y desafiantes. Mantengo la vista en el espejo aún después de que mi cuerpo haya girado. Mis nalgas se muestran firmes en su desnudez, resaltando sobre la verticalidad de los tacones. Mi mano descansa exquisita en la suave curva de mi cadera. Cien pares de ojos me acarician, me siguen, me desean, me envidian. Hoy sí. Miradme… soy una diosa.
De la oscuridad surgen unos ojos que me hipnotizan, dominando con su presencia toda la escena. Me hablan. Le oigo. Sólo tu Dueño puede otorgarte el don de la felicidad. Sólo en tu obediencia hallarás la serenidad que tu alma ansía. Eres afortunada. He llegado.
Estoy en el parking, buscando las llaves en el bolso. Su voz, fascinante y seductora, me interrumpe. Le siento cerca, casi pegado a mí. Un aroma varonil le delata. Me giro altiva, aparentando una seguridad que estoy lejos de sentir. Su rostro está tan cerca de mí que nuestros labios se rozan por sorpresa. Azorada, reculo hacia el coche, pero él alza su mano y toma con firmeza mi barbilla, besándome. Mis labios me traicionan. Se abren contra mi voluntad, recibiéndole gozosos. Seré quién te guíe, no digas nada, sólo déjate llevar. Un escalofrío recorre mi espalda erizándome el vello. Acuso sonrojada los latidos de mi sexo. No sé lo que ocurre ni me importa. Sólo sé que todo mi cuerpo le obedece. “Es esa voz… Su voz"
No lo puedo evitar. Mis piernas actúan solas. Estoy arrodillada y mis manos luchan ansiosas con su cinturón. Bienvenida, esclava. Me encuentro postrada ante su falo, recorro impaciente su magnitud lamiendo cada centímetro de su piel, olfateando como una perra en celo su aroma, deseando con desesperación que llegue a lo más profundo de mi garganta. Me lanzo sobre su glande enloquecida. No me reconozco. Me follo la boca con desesperación, ajena a mi cuerpo que se sacude ahogado con la única imagen en mi mente de su carne penetrando en mi cuerpo e inundándolo de semen.
Tira de mis cabellos con rudeza. Me duele… me excita. Me arrastra al capó del coche. ¡Oh, sí, fóllame! Arranca mis braguitas sin miramientos. Me levanta la minifalda hasta los riñones. ¡Por dios, hazlo ya! Se arrodilla detrás de mí. Sus manos separan mis nalgas. Su lengua asciende recogiendo los ríos que corren por mis muslos. Un solo lametón en mi clítoris me arranca un grito de placer. Su lengua explora mi agujerito más estrecho. Esta vez no tengo miedo. Todo lo contrario. ¡Hazlo, hazlo, rómpemelo! Es enorme. Mi cuerpo se dilata para acogerle. Empuja lento pero firme, sin pararse al oír mis aullidos de dolor y excitación. Sigue. ¡Oh, dios mío, así que era esto! Calambres de placer recorren todo mi ser. Es magnífico. El orgasmo me alcanza de lleno, por sorpresa. Me avasalla, me aturde. Pasa sobre mí inundándome como una marea imparable. Pero no acaba. Él sigue embistiéndome sin piedad. De nuevo me catapulta hasta el cielo. No puede ser…Otra vez. Y otra. Me lanza por los aires como a una pelota sin darme tiempo a pensar, perdido el resuello y la consciencia.
Estoy tumbada sobre el coche. Me sujeto como puedo, sacudida aún por constantes estremecimientos. El parabrisas me devuelve la imagen de mi rostro, con la pintura corrida y el maquillaje atravesado por gruesos surcos de lágrimas y mocos... y sonrío. Soy feliz. Me ha hecho Suya. Nunca había sido tan feliz.
-Despierta Rosmary – es la voz de Nicoletta, mi compañera de camerino. – ¡Vamos! ¡Llegaremos tarde! ¡Venga! En el primer pase no podemos retrasarnos ni un segundo. ¡Vamos Mary, vamos. Los flashes me ciegan al pisar la pasarela. El espejo del fondo me devuelve mi imagen. Unos ojos dominan la oscuridad: Sólo tu Dueño puede otorgarte el don de la felicidad…
Sólo tu Dueño puede otorgarte el don de la felicidad…
ResponderEliminarSoy feliz. Me ha hecho Suya. Nunca había sido tan feliz.Sólo en tu obediencia hallarás la serenidad que tu alma ansía. Eres afortunada. He llegado.No sé lo que ocurre ni me importa. Sólo sé que todo mi cuerpo le obedece. “Es esa voz… Su voz"
Me ha encantado, es uno de de los más bonitos que he leido, me quedo con esas frases.Me han recordado sentimientos.
Mi felicitación a la autora, y las fotografías son ideales, me encantan.
Un abrazo.
Me gusta por la osadía, y más si es escrito por una mujer. Saludos a la autora. Carlos
ResponderEliminarPueden saber más sobre Dª Rosaida visitando el blog de la autora de nuestro relato de hoy.
ResponderEliminarDª Rosaida
Mucho éxito y un saludo a todos.
Bacanal de sexo que hace descender al cielo ;)
ResponderEliminarUfffffffffffffff, me voy a la playa a darme un bañito.
Felicitaciones
Delicioso y pasional relato...
ResponderEliminarMis felicitaciones
Por favor, Dª Rosa, vigile mi casita de Roche. Y dése un bañito por mí en esa playa de 11 kilómetros de larga.
ResponderEliminarMe mata usted de envidia, amiga mía.
Gracias por su contribución, D. Alfredo. Las fotografías que ha elegido son muy apropiadas y acompañan perfectamente al texto. Espero que hayan disfrutado de él.
ResponderEliminarGracias también a los lectores por sus amables comentarios.
Un beso desde mi Jardín.
Todo indica que lo que deseas, puede ser conseguido y que los sueños a veces se convierten en realidad. Cuidado con lo que deseas....
ResponderEliminarFelicidades..
Que lo sueños se hacen realidad es seguro y si es tan sensual y erótico como este me apunto, me ha gustado mucho, esto de leer todo tan seguido madre mía no es bueno ...ajjaja...estaba atrasada con los relatos y vamos voy acabar mala jajaja
ResponderEliminarRosaida: es un relato con un increscendo adorable de placer...desde que sale a la pasarela y nota esos ojos posados en ella hasta el final va incrementándose la excitación como debe ser...cada vez un poquito más, como debe ser la pasión..
ResponderEliminar.. y las cosas como deben ser narradas:
" No lo puedo evitar. Mis piernas actúan solas. Estoy arrodillada y mis manos luchan ansiosas con su cinturón"..es delicioso como describes el deseo de ella.
Me encanta. Te felicito.